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El suelo y la vida

28 - Ago - 2023 | Audema

El Suelo funciona como un ecosistema, atendiendo al conjunto de los numerosos procesos físicos, bióticos y químicos que acoge. En este sentido, el Suelo rezuma Vida. 

La génesis natural del Suelo es compleja y requiere de periodos muy dilatados de tiempo. En la roca madre y su fisuración, por ejemplo, debida a la congelación del agua infiltrada, se introducen y penetran multitud de seres vivos, mucha microbiota que, de manera paulatina y constante, en su proceso vital, deposita sus residuos orgánicos, generando un sustrato en proceso de descomposición. De momento, es un Suelo pobre, escaso, esquelético, pero resulta favorable para el asentamiento y desarrollo de cubiertas vegetales ralas. Sin embargo, la sucesión natural en el tiempo facilita que estas cubiertas iniciales se hagan más complejas y profusas, a medida que se genera y acumula Suelo, hasta una situación óptima de Suelo evolucionado, un soporte edáfico que muestra ya diferentes capas o estratos, entre los que se producen intercambios de energía y Vida. 

Estos estratos u horizontes edáficos, aunque variables en distribución, composición, potencia y estructura, según su origen, o sea, según la naturaleza del material lítico del que proceden, en su óptimo incluyen: 

  • una capa superficial, a la que se aporta la materia orgánica muerta, como hojas, maderas, restos animales; 
  • un horizonte orgánico, en el que tienen lugar los procesos de descomposición, siendo rico en organismos, humus y minerales (es el suelo agrológico por excelencia); 
  • un estrato de acumulación, inmediato inferior al anterior, un subsuelo con presencia de minerales y material lítico fragmentado, con infiltración hídrica y procesos de bioturbación derivados de microorganismos y raicillas; 
  • y un horizonte de alteración, que acoge los primeros pasos de la disgregación rocosa, dispuesto sobre el zócalo edáfico, la roca madre. 

Estos suelos ideales, fértiles, particularmente su estrato orgánico y de interés para la Agricultura, requieren largos períodos de tiempo, de miles de años, para su formación; su composición incluye cuatro componentes principales: la matriz mineral, procedente de la roca madre, supone el 40 %, en la que se integran la materia orgánica, hasta el 10 %, el agua, que facilita la dispersión de nutrientes y minerales por infiltración, un 25 %, y el aire, que hace esponjoso al Suelo, evitando su compactación, el otro 25 %. 

A pesar de los dilatados periodos de tiempo necesarios para la formación y el desarrollo del Suelo fértil, el Hombre y las actividades humanas borran, con gestos imprudentes e insostenibles, como la deforestación, la agricultura intensiva, la ocupación de superficies naturales para labores extractivas, para la industria, para el crecimiento de los núcleos de población,…, en muy breves lapsos de tiempo, toda la estructura del Edificio Edáfico, haciendo perder su fertilidad, alterando sus horizontes y estructura, abocándolos a su empobrecimiento, primero, y a la desertificación, sobre todo en climas secos, después.