En estos días de confinamiento han salido a la luz numerosos ejemplos de confinados históricos. Desde Juana I de Castilla –“la Loca”-, confinada por su padre en Tordesillas desde 1509 hasta su muerte el 12 de abril de 1555, o el filósofo francés Michael de Montaigne, que se recluyó voluntariamente en su castillo a los 38 años de edad en 1572 hasta el 92, para escribir toda su obra bajo el lema: Que sais-je? (¿Qué sé yo?)
Sin embargo, de todos los confinados históricos de los que tenemos noticia es sin duda la de los estilitas la mas sorprendente, ya que eran anacoretas que se subían a una columna de la que no se bajaban jamás. El que inició esta peculiar forma de vida ascética fue el sirio Simeón (m. 459), que vivió durante 37 años así. A su muerte fueron muchos los imitadores en el Oriente cristiano, el más famoso de todos fue el sirio Daniel, que se encaramó a una columna cerca de Constantinopla entre 460 a 493. Los estilitas atraían a multitudes ingentes, que acudían a verlos desde todos los rincones del Imperio, no sólo la plebe sino también las elites y los emperadores.
De los dos nos ha llegado sus Vitas, la de Simeón escrita por su discípulo Antonio que nos describe su vida y milagros. La de Daniel, más larga y de mejor calidad, sirve para conocer la vida de la capital oriental y sus gentes. Las dos se escribieron al griego y rápidamente se tradujeron al latín. Recientemente se ha publicado con traducción al español -2014-, una excelente edición de José Simón Palmer, en Editorial Trotta.
