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La tierra viva
La Tierra es el único planeta conocido, en toda la vasta extensión del espacio universal, en toda su inmensidad infinita, en el que se tiene constancia de la existencia de Vida.
Esta singularidad debiera hacernos pensar, a los seres vivos racionales que en ella moramos, que es nuestra Casa; y nadie estropea, rompe, desmantela ni destruye su Hogar.
La Vida en nuestro planeta ha evolucionado, y continúa haciéndolo de manera ininterrumpida, desde hace unos cuatro mil millones de años. Esta evolución se desarrolla desde los orígenes de la Vida, desde las formas primigenias más simples, unicelulares, y hacia la gran complejidad que atesoran muy diferentes estructuras vitales pluricelulares, del pasado y de la actualidad.
Esta diversidad en la Vida del planeta debiera hacernos pensar que no es solo nuestro Hogar, también lo es del resto de formas vitales que conviven con nosotros, en la mayoría de los casos, facilitando nuestra estancia y reportándonos bienestar.
Muchas de las formas de Vida que acompañan al Planeta Azul, a lo largo de los tiempos, han experimentado procesos de merma, incluso llegando a la extinción, debido a profundos cataclismos.
Estos procesos se han acentuado con la llegada del Hombre actual, acelerándose de manera dramática, especialmente a partir del proceso global de industrialización (siglo XIX), y hasta llegar a nuestros días.
Pero la Vida ha prevalecido, ha prosperado y se ha diversificado de manera sin fin; al menos hasta la actualidad y lo que nos ha tocado ver.
El resultado de todo este proceso evolutivo de la Vida es la extraordinaria variedad de los seres vivos, del pasado y de la actualidad, siendo muchos los taxones conocidos y existentes, pero, seguramente, muchos más aún los pendientes de descubrir y conocer.
El Hombre, desde la Razón, es el responsable de preservar esta diversidad biótica, garantizando su mantenimiento en el tiempo y para el bienestar de las generaciones venideras.